Te ofrezco mi rabia, así no la quieras.
Estoy en la trinchera,
así no lo quieras
no escuché las basuras que esputaban tus parlantes;
y por eso estoy en la trinchera.
Estoy de frente,
con mi máscara sagrada
con mi rostro rebelde,
estoy atento a tu arremetida
sucia, sumisa, alienada, tibia.
Tengo en mis manos,
así no lo quieras
la rabia; que está tan lista
para explotar en tus metales moribundos.
Llevo conmigo también
así no lo quieras
la dignidad; que está tan presta
para arder sobre tus frías maquinarias.
Te has llevado a mis hermanos,
y ellos me acompañan clandestinos en tu contra;
las lágrimas que he derramado, se quedan detrás de la capucha,
a ti solo te muestro en lo que se convierten todas ellas:
te muestro un golpe más, otro brazo levantado, otro grito que te ensordezca,
otra mujer rebelde, otro joven indignado, otro puño izquierdo que se fortalece;
así no lo quieras, eso es lo que tengo para mostrarte.
Muéstrame cuales son tus alcances,
hace rato estoy curado y no tiemblo ante tus insensateces
Diles a mi hermanos cuán desviado estoy, cuéntales que
soy un rebelde y subversivo; diles que soy tan terco que no me adapto.
Diles por tus parlantes lo que quieras.
Mírame si quieres a los ojos en la trinchera,
bien sé que el miedo te encandelilla en estos instantes,
así no lo quieras.
Te espero de frente en la trinchera.
Marco.