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  DE FRENTE Resistencia Estudiantil
  Antimanual del che
 

 

El Antimanual del Che

 

CHE GUEVARA | DOCUMENTO INEDITO | FECHA DE PUBLICACION: 09/10/2004

El antimanual del Che ( I)

 

Acerca de las Notas Críticas de Ernesto Che Guevara sobre el Manual de Economía Política de la Academia de Ciencias de la URSS, conocidas como los “Cuadernos de Praga”. En dichos escritos el comandante guerrillero advierte sobre los riesgos de retroceso en el modelo económico soviético construido por Lenin y Stalin, pronosticando su derrumbe.

 

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Por

Néstor Kohan*

 

El texto que presentamos ha sido publicado como último capítulo del libro “Che, El camino del fuego” de Orlando Borrego. El mismo contiene una síntesis y una selección de las notas, todavía inéditas (2002), redactadas por el Che Guevara en Praga (Chescoslovaquia), luego de su experiencia internacionalista en el Congo. La primera parte de las notas corresponde al prólogo redactado por el Che para un proyectado —e inacabado— libro donde se volcaría la crítica al Manual de Economía Política de la Academia de Ciencias de la URSS. Todas las notas del Che tienen por objeto de análisis crítico este Manual, inspirado directamente por Stalin en 1954. Desde aquella primera edición, el Manual fue adoptado como texto oficial en la URSS (se reescribió varias veces, según se iban sucediendo las circunstancias políticas del momento).

Según el biógrafo Paco Ignacio Taibo II, la estancia del Che en Praga transcurre “entre finales de marzo (o quizás antes) del 66 y julio del mismo año”[1].

 

Estas notas de Guevara aportan una dimensión escasamente transitada y atendida: su pensamiento en el terreno específico de la economía política. Aquí aparece, en primer plano, lo que siempre se supuso: sus críticas abiertas y contundentes al camino emprendido por la Unión Soviética para construir el socialismo.

 

Las notas de Praga, al igual que la carta enviada desde Tanzania a Armando Hart Dávalos en diciembre de 1965, permiten indagar en la búsqueda teórica del Che. Una búsqueda “madura”, si se tiene en cuenta su corta y afiebrada vida. Ambos textos condensan planes de estudios, ya sea sobre filosofía —en la carta de Tanzania—, ya sea sobre economía política —en los cuadernos de Praga—.

 

Tanto el plan de la carta a Hart, como el texto crítico de Praga, presentan problemas, pero no los resuelven. Ambos dejan cuestiones abiertas. No clausuran las discusiones y los problemas con un slogan y una afirmación de fe tranquilizadora, sino que apuestan a la incomodidad del revolucionario.

No casualmente, el Che le escribe a Borrego acerca de esta tarea, a través de su compañera Aleida —que lo visita en Praga—: “Estoy pensando en iniciar un trabajito sobre el Manual de Economía de la Academia, pero no creo que pueda acabar [...] Está sólo a nivel de idea”. Por lo tanto, los cuadernos de Praga son algunas de esas “ideas”. Nada más. El Che no dejó un tratado sistemático sobre el asunto. Ni siquiera en los cuadernos de notas de Bolivia.

 

Conciencia hereje

 

Entre los múltiples aspectos que podrían destacarse en estas notas de Praga, creemos que, al menos, no deberían eludirse los siguientes núcleos temáticos:

En primer lugar, el Che se autodefine y caracteriza todo su emprendimiento de lectura crítica del Manual con las siguientes expresiones: “nuestra herejía” y “nuestra osadía”. Esta es la imagen que el Che tiene de sí mismo. Deberíamos preguntarnos: ¿“Herejía” con respecto a qué? ¿Cuál es la “ortodoxia” que pretendía cuestionar y poner en discusión, en forma “osada”? En ese sentido, resulta sintomático que haya tomado como objeto de crítica, justamente, al texto oficial de la URSS en la materia.

 

No debemos olvidar que, a su regreso de una visita a la Unión Soviética, un año y medio antes de redactar estos manuscritos en Praga, el Che les había planteado a sus compañeros del Ministerio sobre ese viaje que: “Por cierto cuando empezamos a discutir (en la URSS), se produjo una situación muy violenta; eso era una Biblia, el Manual —ya que, por desgracia, La Biblia no es El Capital sino el Manual— y venía impugnado por varias partes, incluidos argumentos peligrosamente capitalistas”[2].

 

 Ya desde ese viaje a la URSS, Guevara se había quedado preocupado —¿quizás obsesionado?— por la importancia desmedida que los soviéticos atribuían al Manual de Economía Política de la Academia de Ciencias. Al punto tal, que ya no leían El Capital de Karl Marx. El Manual lo había reemplazado...

Cuando en Praga intenta contextualizar y demarcar las condiciones históricas de este cuestionamiento y de esta “herejía”, Guevara sostiene explícitamente que su tarea crítica la emprende “desde el subdesarrollo”. Su meta consistía en pensar los problemas teóricos de El Capital, junto con los problemas prácticos del capitalismo y de la transición al socialismo, desde la óptica política de los pueblos del Tercer Mundo. La revolución cubana se inscribía en ese horizonte (no tanto geográfico, sino más bien social y político).

 

Si en la polémica de 1964 había caracterizado a El Capital de Marx como un texto “humanista (en el mejor sentido de la palabra)”, en estas notas de 1966 el Che lo aborda como un texto crítico de la economía política, pero también como la obra de dos “genios científicos” y de dos “revolucionarios exaltados” (Marx y Engels). A Guevara no se le pasaba por alto la inseparable unidad de teoría, ciencia y política en los fundadores de la filosofía de la praxis. Por eso, en el plan teórico elaborado en Bolivia, cuando analizaba el problema del método dialéctico, el Che anotó: “Marx, científico puro y revolucionario”, destacando ambas dimensiones al mismo tiempo.

 

Por contraposición con la dimensión crítica que él encuentra en El Capital, el Che califica a la “ciencia económica marxista” de su época como simple “apologética” —un término, obviamente, despectivo—. Retoma, en este sentido, sus apreciaciones ya expresada en el racconto de sus polémicas en Moscú, cuando se quejaba diciendo que “existe una crisis de teoría y la crisis teórica se produce por haber olvidado la existencia de Marx”.

 

El mal soviético

 

Más allá de todos los pliegues y detalles de las anotaciones críticas del Che, lo cierto e innegable es que ellas encierran un núcleo político fundamental. La Unión Soviética “está regresando al capitalismo”, advierte Guevara. Advertencia formulada un cuarto de siglo antes del bochornoso derrumbe que la vio desplomarse sin dignidad ni decoro..., cuando la roja bandera del socialismo había sido ya desplazada por la enseña gris de la burocracia y la mediocridad.

 

Esta amarga caracterización constituye, sin duda alguna, la principal consecuencia política de los escritos del Che en Praga, en lo que se refiere al estado interno de la formación social soviética en 1966. Por otra parte, en cuanto al cuestionamiento central de la política exterior del Estado soviético, su apreciación no es menos taxativa. Guevara define la doctrina kruscheviana de “cooperación pacífica entre los pueblos” como “una de las tesis más peligrosas de la URSS”. No se detiene allí. También agrega, terminante, que dicha doctrina —conocida en aquella época como la “coexistencia pacífica” entre los dos grandes sistemas— constituye un “oportunismo de poca monta”.

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NOTAS:

[*] Argentino. Coordinador de la Cátedra de Formación Política Ernesto Che Guevara. Autor de varios libros, entre los que se destacan: “Ernesto Che Guevara: Otro mundo es posible” y “De Ingenieros al Che: Ensayos sobre el marxismo argentino y latinoamericano”. El presente texto ha sido editado por el Servicio Informativo Datos & Análisis.

 [1] Cfr. P.I.Taibo II: “Ernesto Guevara, también conocido como el Che”. Buenos Aires, Planeta, 1966. página 610.

 [2] Cfr. Ernesto Che Guevara: En “El socialismo y el hombre nuevo”. Obra citada, página 69. Véase la exposición del Che en el Ministerio de Industrias correspondiente al 5/XII/1964, fragmento reproducido como bibliografía seleccionada bajo el título “Polémicas en un viaje a Moscú” en nuestra “Introducción al Pensamiento Marxista”. Obra citada.

 

Fuente: Servicio Informativo Datos & Análisis

 

 

 

 

 

 

 

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CHE GUEVARA | DOCUMENTO | FECHA DE PUBLICACION: 09/10/2004

El Antimanual del Che (II)

 

Guevara entre Stalin y Mao. Coincidiendo con la oposición de Mao contra las políticas Kruschev, el Che califica la política kruscheviana como un “pragmatismo inconsistente”. Sin embargo, debe advertirse que en el mismo párrafo, Guevara define a la época de Stalin como… un “dogmatismo intransigente”

 

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Por

Néstor Kohan

 

En esa entusiasta impugnación guevarista de la política estratégica soviética frente al imperialismo se inscribe su referencia a Stalin y Mao. Al igual que en su carta inédita a Armando Hart de 1965, en estas notas vuelve a aparecer la —problemática— mención de Stalin. Es muy probable que esto se explique —al menos, desde nuestro punto de vista— por la simpatía del Che con ciertas críticas a la URSS desarrolladas por las posiciones chinas. Era el PC chino el que por entonces exaltaba y oponía, frente a la “coexistencia pacífica” de Kruschev, al binomio Stalin-Mao. Coincidiendo con esta oposición, el Che califica la política kruscheviana como un “pragmatismo inconsistente”. Sin embargo, debe advertirse que en el mismo párrafo, Guevara define a la época de Stalin como... un “dogmatismo intransigente”.

 

Que la —problemática— referencia a Stalin deriva de las posiciones chinas, puede corroborarse si se comparan estas notas, que Guevara redacta en Praga a comienzos de 1966, con las notas de Mao Tse Tung de 1960. En ese año, Mao analiza críticamente el Manual de Economía Política de la Academia de Ciencias de la URSS. Para su crítica adopta como referencia la edición soviética de 1959. En esas notas, Mao desarrolla un cuestionamiento al Manual cuyo punto de vista mantiene, en algunos segmentos, gran semejanza con la perspectiva que luego adopta el Che; mientras que, en otros casos, existe entre ambos una notable diferencia.

 

 Por ejemplo, el dirigente chino sostiene que “La historia de todas las revoluciones ha probado  que no era necesario tener previamente desarrolladas las fuerzas productivas en su plenitud para poder transformar las relaciones de producción envejecidas (...). Es necesario antes que nada demoler la antigua superestructura por la revolución para que las antiguas relaciones de producción puedan ser abolidas”[3]. Una y otra vez, Mao se queja de que los soviéticos no toman en cuenta la superestructura cuando analizan la transición al socialismo.

 

La crítica maoísta

 

Previamente, en 1958, analizando uno de los últimos libros que Stalin escribiera  antes de morir —“Problemas económicos del socialismo en la URSS” (1952)—, Mao afirma lo siguiente: “Stalin sólo habla de las relaciones de producción. No habla de la superestructura ni de las relaciones entre ésta y la base económica. (...). Todo ello concierne a la superestructura, es decir a la ideología. Stalin habla únicamente de economía, no aborda la política”[4]. Igualmente, sostiene: “Stalin sólo destaca la tecnología y los cuadros técnicos. No quiere sino la técnica y los cuadros. Ignora la política y las masas”.

 

¿Conocía el Che estos comentarios de Mao al Manual soviético y al libro de Stalin? Cabe aclarar que estos comentarios aparecieron editados en China, por primera vez, en 1967 y en 1969 en “Mao Tse Tung Sovhsiang wansui” (“Viva el pensamiento de Mao Tse Tung]”). Obviamente, en idioma chino.  En Argentina recién se editaron —en español— en 1975. Como es bien conocido, para entonces el Che ya había sido asesinado en Bolivia. Aunque es muy probable que, aun sin haber leído estos comentarios, al haber viajado a China durante la primera mitad de la década del ’60 como representante del gobierno cubano y de Fidel Castro, Guevara haya podido conocer ese tipo de posiciones.

 

Los haya leído o no, a un lector mínimamente informado no puede pasársele por alto que este mismo tipo de análisis de Mao Tse Tung es el que plantea el Che cuando, en Cuba, les responde a los partidarios del “cálculo económico” y el “socialismo con mercado” que no hay que esperar a tener el mayor desarrollo de las fuerzas productivas para, recién allí, cambiar las relaciones de producción. Desde el poder revolucionario, la política y la cultura comunista que promueve la creación de un hombre nuevo se puede acelerar la transformación de las relaciones de producción, aunque la revolución cubana todavía no haya podido desarrollar una tecnología de punta y una industria pesada propia.

 

El Che discrepante

 

Hasta allí las notables coincidencias, en la crítica del Manual, del Che Guevara con el punto de vista de Mao Tse Tung y los dirigentes chinos. Ahora bien, el Che se diferencia y se distancia completamente del punto de vista maoísta cuando, en su análisis del libro de Stalin, Mao sostiene que: “No hace falta suprimir de golpe la circulación de mercancías, la forma mercantil ni la ley del valor, aunque ellas pertenezcan también a la burguesía (...). Hemos recurrido al intercambio de mercancías y a la ley del valor como instrumento para facilitar el desarrollo de la producción y el pasaje al comunismo”[5]. Mao continúa en el mismo sentido: “La producción mercantil no es un fenómeno aislado. Todo depende de aquello a lo que ella esté asociado: al capitalismo o al socialismo. Si está ligada al capitalismo es entonces una producción mercantil capitalista. Si está ligada al socialismo, es entonces una producción mercantil socialista”. La posición de Mao no deja lugar a dudas. Comentando el Manual soviético, el dirigente chino señala: “Es bueno considerar la ley del valor como instrumento para el trabajo de planificación. Pero no es preciso convertirla en la base principal de la planificación”[6].

 

Esta posición, que Mao adopta explícitamente del pensamiento económico de Stalin (para oponerlo a Kruschev), sostiene que entre la ley del valor y la planificación no existe contradicción alguna. Es más, según este punto de vista de Stalin y Mao, la planificación socialista puede convivir y hasta valerse de la ley del valor y del mercado para su cumplimiento. En el debate cubano de 1963 y 1964, semejante propuesta fue defendida por el dirigente político cubano Carlos Rafael Rodríguez y por el profesor de economía francés  y militante del PCF Charles Bettelheim. Durante esa polémica, el Che dedicó varios artículos a cuestionar ese punto de vista.

 

Según el Sistema Presupuestario de Financiamiento (SPF), defendido por el Che Guevara desde el Ministerio de Industrias, la ley del valor y la planificación socialista son dos términos contradictorios y antagónicos. Es erróneo pensar que uno se puede valer del otro o que uno se cumple a partir del otro. Guevara opinaba que en la transición al socialismo la supervivencia de la ley del valor o tendía a ser superada por la planificación socialista o... se volvía al capitalismo (como finalmente le ocurrió a la URSS). Concretamente, el Che planteaba que: “Negamos la posibilidad del uso consciente de la ley del valor, basado en la no existencia de un mercado libre que exprese automáticamente la contradicción entre productores y consumidores [...] La ley del valor y el plan son dos términos ligados por una contradicción”[7].

 

En una de las discusiones del Ministerio de Industrias, Guevara fue más terminante todavía. Alberto Mora —otro de los participantes de la polémica de 1963 y 1964, con posiciones diversas a las del Che— había sostenido que: “Una vez elegida la vía de la dirección centralizada de la economía, falta ver si es posible recorrerla con métodos exclusivamente administrativos, o si alguna vez será necesario recurrir a métodos indirectos, aun a la ley del valor, al problema de los precios, o a mecanismos utilizados por el capitalismo”. En total discrepancia, el Che Guevara le respondió a Mora: “No estoy de acuerdo con Alberto (Mora) sobre el problema del método indirecto. El método indirecto por excelencia es la ley del valor. Y para mí la ley del valor equivale a capitalismo”[8].

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NOTAS:

 [3] Cfr. Mao Tse Tung: “Notas de lectura sobre el Manual de Economía Política de la Unión Soviética”. En “Mao Tse Tung: Escritos inéditos”. Buenos Aires, Ediciones Mundo Nuevo, 1975.p.47.

 [4] Cfr. Mao: Obra citada, p.12.

 [5] Cfr. Mao: Obra citada, p.13.

 [6] Cfr.Mao: Obra citada, p.82.

 [7] Cfr. Che Guevara: “Sobre el Sistema Presupuestario de Financiamiento” [febrero de 1964]. En “Che Guevara El socialismo y el hombre nuevo”. Obra citada. p.287.

 [8] Cfr. Alberto Mora y Che Guevara: “El plan y el hombre”. En “El socialismo y el hombre nuevo”. Obra citada. pp. 74 y 75. También puede encontrarse en la célebre compilación organizada por Orlando Borrego (con la colaboración de Enrique Oltusky): “El Che en la revolución cubana”.  La Habana, Ediciones del Ministerio del Azúcar, 1966. Tomo VI: (lleva por título: “Ministerio de Industrias”), p.577.

 

 

 

 

 

 

CHE GUEVARA | DOCUMENTO | FECHA DE PUBLICACION: 09/10/2004

El Antimanual del Che (III)

 

¿Se equivocó Lenin? La “herejía” del comandante Ernesto Che Guevara fue más lejos y más atrás todavía. Llegó a cuestionar, incluso, la Nueva Política Económica (NEP) que el propio Lenin planteó en 1921, y que según el guerrillero latinoamericano fue el comienzo del retroceso en el socialismo soviético.

 

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Por

Néstor Kohan

 

El Che se tomaba bien en serio la advertencia metodológica que Marx plantea en El Capital cuando dice que “la mercancía es la célula básica de la sociedad capitalista”. Si sobrevive durante la transición socialista e, incluso, si es alentada a que crezca en nombre del “socialismo mercantil”, a largo plazo eso conlleva darle un nuevo impulso al capitalismo que, como el ave Fénix, renace de sus cenizas, aunque haya sido políticamente derrocado mediante la toma del poder por los revolucionarios. Por lo tanto, el conjunto de la polémica del Che contra los partidarios del “cálculo económico” está dirigida a cuestionar esta posición central de Stalin y Mao. Esta posición económica es también política, como Guevara nunca deja de aclarar en sus artículos e intervenciones polémicas.

 

La mirada crítica a esta supuesta “superviviencia de la ley del valor” y al “uso consciente” del mercado como método indirecto, durante la transición socialista, el Che la prolonga más allá del cuestionamiento de la afirmación de Stalin y Mao. La “herejía” del Che va más lejos y más atrás todavía. Llega a cuestionar, incluso, la Nueva Política Económica (NEP) que el propio Lenin planteó en 1921.

 

La NEP consistió, después del primer período de la revolución bolchevique conocido como “comunismo de guerra”, en la supresión de las requisiciones agrícolas y la otorgación de legalidad a la manufactura y el comercio privados. A partir de la NEP, los campesinos soviéticos podían vender libremente sus productos a los comerciantes privados o llevarlos al mercado directamente, sujetos tan sólo a un impuesto en especie. Evidentemente la NEP era un paso atrás muy importante para el proyecto socialista. Lenin lo dio, no porque creyera que ese era “el camino estratégico hacia el comunismo”, sino debido a la extrema debilidad de la revolución después de años de guerra civil e intervención imperialista extranjera. Fue un producto de la necesidad (aunque, luego, muchos socialistas mercantiles hicieron de ella una virtud...). Respondió a una desfavorable relación política de fuerzas. En la Rusia bolchevique, fue Nicolás Bujarin quien intentó legitimarla teóricamente como un camino estratégico.

 

Aversión a la mercancía

 

En estas notas de Praga, lejos de celebrar la supervivencia de la ley del valor y el mercado dentro del socialismo, como si fueran un camino estratégico, el Che critica duramente a la NEP. Puntualmente, sostiene que ella “constituye uno de los pasos atrás más grandes dados por la URSS”, a lo que más adelante agrega: “así quedó constituido el gran caballo de Troya del socialismo: el interés material directo como palanca económica”. Este tipo de análisis prolonga, retrospectivamente, su posición de 1963 y 1964 en el debate con Bettelheim, Mora y Carlos Rafael Rodríguez.

 

En 1964, en la ya mencionada reunión —taquigrafiada— del Ministerio de Industrias, el Che había afirmado: “Puesto que una empresa que funciona sobre la base de la demanda del público y mide su ganancia y su criterio de gestión con relación a eso no es ni un secreto ni una rareza; es el proceder del capitalismo (...). Esto está sucediendo en algunas empresas de la Unión Soviética; son algunas experiencias particulares y no pretendo de ninguna manera probar con esto que en la Unión Soviética exista el capitalismo. Quiero decir simplemente que estamos en presencia de algunos fenómenos que se producen porque existe crisis de teoría, y la crisis teórica se produce por haber olvidado la existencia de Marx y porque allí se basan solamente en una parte del trabajo de Lenin. El Lenin de los años ’20 es tan solo una pequeña parte de Lenin (...). Es un hecho que entre el Lenin de “El Estado y la revolución” y de “El imperialismo, etapa superior del capitalismo” y el Lenin de la NEP hay un abismo”. Más adelante el Che agregaba su particular interpretación de la NEP: “En la actualidad (1964) se considera sobre todo a este último período, admitiendo como verdad cosas que teóricamente no son ciertas, que fueron impuestas por la práctica”. Guevara terminó su intervención, en esa reunión, señalando: “Lenin, entre otras cosas —y perdónenme si me repito, porque lo he dicho muchas veces y tal vez hasta en este mismo lugar— más que un revolucionario, más que un filósofo, es un político, y los políticos deben hacer concesiones. De todos modos, sea lo que sea, en algún momento debe decir cosas que no corresponden a su pensamiento”[9].

 

Junto a Trotsky

 

La crítica del Che a la NEP y a la canonización posterior que se hizo de aquella fase de la revolución rusa —congelando a Lenin como un vulgar apologista del mercado— coincide, en muchísimos aspectos, con la crítica que expresó en 1925 y 1926 el economista soviético Eugenio Preobrazhensky en su libro “La nueva economía”.

 

Preobrazhensky comenzó trabajando junto con Nicolás Bujarin, pero más tarde una aguda polémica teórica los enfrentó entre sí. Luego de muchas idas y venidas y de haber militado entusiastamente junto a León Trotsky en la Oposición de Izquierda, Preobrazhensky terminó fusilado por el stalinismo en 1937.

 

Ya en 1921, en la conferencia del Partido Comunista, Preobrazhensky había expuesto sus críticas a la NEP, alertando sobre el peligro que implicaba para la revolución socialista el “juego del mercado” y el aliento a los campesinos ricos en detrimento del campesino pobre. Gran parte de su reflexión giraba en torno a las relaciones contradictorias entre el sector privado de la economía soviética y la industria socializada. De la misma forma que hiciera el Che Guevara en el seno de la revolución cubana, Preobrazhensky sostenía que la NEP derivaría en una estructura dualista: industria y bancos públicos, agricultura privada. En ese marco, sostenía, se daría una lucha entre el mercado y la planificación llevada a cabo por el nuevo Estado soviético. Según su opinión, este último debería transferir al sector público y socializado lo esencial de la sobreproducción social, todavía agrícola. De igual forma que como apuntará el Che años más tarde, y a diferencia de las opiniones de Stalin, Mao Tse Tung, Bettelheim y Carlos Rafael Rodríguez, Preobrazhensky planteará la relación entre el mercado y el plan como una contradicción estratégica. No por casualidad, en la carta a Hart, el Che se había referido a “los grandes polémicos del año 20 en la URSS” como “los más importantes para nosotros”.

 

¿Había leído el Che Guevara a Preobrazhensky cuando redactó las notas de Praga?[10]. No lo sabemos. Su libro La nueva economía recién se publicará en Cuba en 1968 (en el N°22 de  ese año, en la revista cubana Pensamiento Crítico, Hugo Azcuy realiza una reseña elogiosa del mismo). En México, también se publicará, pero todavía más tarde, en 1971 (por la editorial ERA vinculada a la nueva izquierda). Quizás el Che lo leyó en ediciones europeas. En Oxford se publicó —en inglés— en 1965, mientras que París recién apareció —en francés— en 1966.

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NOTAS:

[9] Véase la exposición del Che en el Ministerio de Industrias correspondiente al 5/12/1964, fragmento reproducido como bibliografía seleccionada bajo el título “Polémicas en un viaje a Moscú” en nuestra Introducción al Pensamiento Marxista. Obra citada.

 [10] Véase el testimonio de Orlando Borrego en “Che Guevara lector de El Capital” (incorporado en la segunda parte de este volumen).

 

Fuente: Servicio Informativo Datos & Análisis

 

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CHE GUEVARA | DOCUMENTO | FECHA DE PUBLICACION: 09/10/2004

El Antimanual del Che (Ultima Entrega)

 

Revolución sin etapas. Al criticar todo lo existente, incluso los dogmas marxistas que incurrían en una instrumentalización metafísica de la dialéctica, el Che Guevara llegó al convencimiento de que la revolución era un acto humanista sin concesiones. Por eso dio su vida asesinado por sus enemigos hace 37 años.

 

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Por

Néstor Kohan

 

Pero no será, únicamente, en la interpretación de la ley del valor y su relación con la planificación socialista, dónde hallaremos la diferencia central entre Guevara y el stalinismo de Mao Tse Tung y el propio Stalin.

 

La distancia central entre ambas posiciones la encontramos, plenamente desarrollada, en el cuestionamiento del Che Guevara a todo etapismo sociológico, historiográfico y político. Un cuestionamiento de índole teórica, de largo aliento, que no respondía simplemente a una urgencia coyuntural del Che por “quemar etapas” o a un “apuro” suyo circunstancial (como lo sugieren, superficialmente, algunos biógrafos) sino a una visión de la historia humana de neta filiación marxiana.

 

El etapismo —preconizado por todas las corrientes stalinistas, sean las aggiornadas prosoviéticas de Kruschev o las ortodoxas prochinas de Mao— consiste en separar las tareas “democráticas”, o “burguesas”, o “agrarias”, o de “liberación nacional”, de las tareas específicamente socialistas. Son bien conocidas, al respecto, las clásicas posiciones de Stalin y sus seguidores en la materia. En las notas de Mao Tse Tung al Manual de la Academia de Ciencias de la URSS, el dirigente chino insiste en diferenciar etapas en la lucha contra “el capital burocrático” —vinculado a la dominación extranjera en China—, de la lucha contra “el capital nacional”.

 

Para el etapismo (se apoye en los escritos clásicos de Stalin, en los manuales soviéticos o en los textos de Mao Tse Tung) la revolución pendiente en América Latina no es socialista, sino “agraria antimperialista” (como forma específica de la “revolución democrático burguesa”).

 

Cuestionando duramente este tipo de análisis, en estas notas inéditas de Praga el Che vuelve a insistir con la misma idea que también planteará en su “Mensaje a los pueblos del mundo a través de la Tricontinental”: “Por otra parte las burguesías autóctonas han perdido toda su capacidad de oposición al imperialismo —si alguna vez la tuvieron— y sólo forman su furgón de cola. No hay más cambios que hacer; o revolución socialista o caricatura de revolución”.

Mientras el Manual soviético, analizado por Guevara, sostiene que: “La burguesía nacional participa en esta lucha (para derrocar la dominación del imperialismo) y desempeña cierto papel progresivo”; y mientras en sus comentarios Mao Tse Tung insiste, una y otra vez, en diferenciar entre “el capital burocrático” —asociado en China a la dominación extranjera— y “el capital nacional”.

 

En los cuadernos de Praga, el Che replica y responde que: “Históricamente esto fue cierto, en la actualidad es falso”.

Separando, aún más, las posiciones propias de las preconizadas por el etapismo, Guevara agrega más adelante en sus notas de Praga: “La lucha contra la burguesía es condición indispensable de la lucha de liberación, si se quiere arribar a un final irreversiblemente exitoso”.

 

Trotsky y Mariátegui

 

¿Cuál es la fuente teórica de esta crítica abierta, nunca solapada, de Guevara al etapismo? En primer lugar, la propia experiencia política de la revolución cubana. A diferencia del antiguo Partido Socialista Popular; Fidel Castro y el resto de la dirección cubana nunca separaron en dos al proceso revolucionario. El pasaje entre una fase nacional-antimperialista y una fase socialista se dio en forma ininterrumpida. De allí en adelante, todos los llamados internacionales realizados desde la revolución cubana al resto de las organizaciones y pueblos de América Latina, siempre, apelaron a la idea de una revolución socialista continental (no “democrático burguesa” ni “agraria-antiimperialista”). Desde las primeras declaraciones de La Habana hasta las declaraciones de la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS).

 

Aunque haya sido la principal, ésa no fue seguramente la única fuente del Che. A pesar de que no aparece citado explícitamente en sus libros y artículos del período, según el testimonio del militante peruano Ricardo Napurí —que trabajó junto al Che durante los primeros tiempos de la revolución en Cuba, desde 1959 a 1964, preparando contactos con otros sectores revolucionarios sudamericanos, principalmente peruanos y argentinos—, Guevara habría leído “La revolución permanente” (1930) de León Trotsky en el año 1960. El mismo Napurí le habría acercado, personalmente, este libro al Che al Banco Nacional de Cuba y, a los pocos días, habrían mantenido un diálogo sobre el texto ya leído por Guevara[11]. (En los cuadernos de notas, transcripciones de libros y apuntes teóricos redactados en Bolivia, el Che volverá a leer a León Trotsky. En primer lugar, en esos cuadernos transcribe varios fragmentos de “La revolución permanente”, extraídos de la antología realizada por Charles Wright Mills: “Los marxistas” (1962 —el Che utiliza una edición mexicana de 1964—). En segundo lugar, en esos mismos cuadernos, Guevara extracta numerosos pasajes de la Historia de la revolución rusa de Trotsky, leída en una edición argentina. En ambos casos, luego de transcribir pasajes, sintetiza su balance sobre Trotsky y sus obras).

 

De cualquier forma, tampoco se agotan allí las posibles fuentes de la crítica guevarista al etapismo. Ya durante los años ‘20, más precisamente en 1928, José Carlos Mariátegui había planteado que: “La revolución latino-americana, será nada más y nada menos que una etapa, una fase de la revolución mundial. Será simple y puramente, la revolución socialista. A esta palabra, agregada, según los casos, todos los adjetivos que queráis: «antimperialista», «agrarista», «nacionalista-revolucionaria». El socialismo los supone, los antecede, los abarca a todos”[12]. Es seguro que el Che conocía a Mariátegui, tanto por su primera compañera Hilda Gadea (militante peruana) como por haber mantenido amistad con el médico comunista peruano Hugo Pesce, delegado de Mariátegui a la primera Conferencia Comunista Sudamericana de 1929. (Pesce, a quien conoció en Perú durante sus viajes juveniles, lo visitará en Cuba en los ’60).

 

 

 

Coyunturas de dogma

 

La “herejía” del Che no termina tampoco en su crítica del etapismo. En estas apretadas líneas de Praga, Guevara también cuestiona el recurrente hábito del marxismo ortodoxo —repetido en todos los manuales “científicos” de la URSS, no sólo en los de economía— que consiste en atribuirle a fenómenos históricos, que han sido producidos en  condiciones y circunstancias coyunturales, el carácter de... “ley”. Esta polémica aseveración de Guevara, ¿no tiene consecuencias, a la hora de comprender el conjunto de la concepción materialista de la historia? Creemos que sí. Pretender legitimar posiciones políticas coyunturales —como las de la NEP—, en nombre de las temidas “leyes de la dialéctica” o las “leyes de la economía”, constituye uno de los recursos metafísicos más dañinos que ha sufrido el marxismo a lo largo de toda su historia.

 

Vinculando el problema de la planificación (eje del debate de 1963-1964), con su marxismo humanista, en estas notas Guevara vuelve a repetir sus opiniones críticas del “socialismo mercantil”, siempre rebosante de fetichismo y cosificación. Allí define entonces la planificación como “la posibilidad de dirigir cosas, de quitarle al hombre su condición de cosa económica”.

En consonancia con esta concepción, como en todos sus escritos anteriores, Ernesto Guevara vuelve a apelar a la conciencia y la educación comunista, esos inmensos agujeros negros del “socialismo real”. La educación comunista a la que aspira el Che, dirigida a la construcción de una humanidad nueva, enfoca sus cañones contra el interés material, ya que “apunta a que el individuo actúe de acuerdo a su deber social y no a su barriga”.

 

Por último, debemos prestar atención al modo en que Guevara discute con las concepciones más catastrofistas del marxismo. Según éstas, la caída del capitalismo en su prolongación contemporánea, el imperialismo, es inevitable y está predeterminada. La fuente de donde se extraen, a menudo, este tipo de análisis proviene de la ley que Marx expone en el Tomo III de El Capital, acerca de la caída decreciente de la tasa de ganancia. Frente a este tipo de lecturas deterministas y catastrofistas, que aplican mecánicamente esta ley, el Che sostiene que: “Los monopolios la contrarrestan a costa de los países dependientes”.

 

En Marx no hay catastrofismo economicista. Según ese mismo tomo tercero de El Capital, la ley tiene sus elementos de contratendencia. Por eso, a contramano de los “ortodoxos” que se sentaban a esperar, cruzados de brazos, a que el imperialismo se derrumbara por sí solo, en forma automática (ya sea por sus crisis de sobreproducción o de subconsumo) en estas notas de Praga el Che alerta: “El imperialismo tiene aún gran vitalidad”. ¿Cuáles son las consecuencias políticas de este análisis? Pues que el imperialismo no se cae jamás solo..., ¡hay que vencerlo para poder derrumbarlo!. Para ello hay que romper con todas las recetas teóricas ortodoxas que nos invitan, invariablemente, a quedarnos pasivos, somnolientos, con modorra, esperando y sin  intervenir en política.

 

En momentos como los actuales, cuando algunas corrientes del movimiento mundial de lucha y resistencia contra la globalización capitalista apelan a un “capitalismo más humano”, a un “mercado solidario y no tan salvaje” o a una “globalización más racional”, la lectura de las notas críticas del Che Guevara se torna inaplazable.

 

Las rebeliones y las revoluciones del futuro, que tendrán incidencia a escala global, no se podrán dar el lujo de prescindir o desconocer estas lúcidas reflexiones.

 

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NOTAS:

[11] Cfr. Entrevista de José Bermúdez y Luis Castelli a Ricardo Napurí. En Herramienta N°4, Buenos Aires, 1997.

 [12] Cfr. José Carlos Mariátegui: “Aniversario y balance”. Editorial de Amauta N°17, año II, Lima, septiembre de 1928. Reproducido como bibliografía seleccionada en nuestra “Introducción al Pensamiento Marxista”. Obra citada.

 

[*] El presente texto fue editado por el Servicio Informativo Datos & Análisis para su circulación on line.

 

 

 

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CHE GUEVARA | EL HOMBRE NUEVO | FECHA DE PUBLICACION: 24/02/2003

El revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor...

  

Déjenme decirles, a riesgo de parecer ridículo, que el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor. Es imposible pensar en un revolucionario auténtico sin esta cualidad.

 

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Por

Che Guevara

 

Quizá sea uno de los grandes dramas del dirigente; éste debe unir a un espíritu apasionado, una mente fría y tomar decisiones dolorosas sin que se contraiga un músculo. Nuestros revolucionarios de vanguardia tienen que idealizar ese amor a los pueblos. No puede descender con su pequeña dosis de cariño cotidiano hacia los lugares donde el hombre común lo ejercita.

 

Hay que tener una gran dosis de humanidad, una gran dosis de sentido de la justicia y de la verdad, para no caer en extremos dogmáticos, en escolasticismos fríos, en aislamiento de las masas. Todos los días hay que luchar por que ese amor a la humanidad viviente se transforme en hechos concretos, en actos que sirvan de ejemplo, de movilización.

 

El individualismo en cuanto tal, como acción aislada de una persona en el ambiente social, debe desaparecer de Cuba. El individualismo debe ser, mañana, la realización completa de las capacidades de todo un individuo en beneficio absoluto de una colectividad. Uno de los objetivos fundamentales del marxismo es eliminar el interés, el factor `interés individual` y el lucro desde las motivaciones psicológicas.

 

Un trabajador de vanguardia, un miembro del Partido dirigente de la Revolución, siente todos los trabajos que se llaman sacrificio con un interés nuevo, como una parte de su deber, pero no de su deber impuesto, sino de su deber interno y lo hace con interés. Y las cosas más banales y más aburridas se transforman, por imperio del interés del esfuerzo interior del individuo, de la profundización de su conciencia, en cosas importantes y sustanciales, en algo que no puede dejar de hacer sin sentirse mal: en lo que se llama sacrificio. Y se convierte entonces, no hacer el sacrificio en el verdadero sacrificio para un revolucionario. Es decir, que las categorías y los conceptos ya van variando. El revolucionario cabal, el miembro del Partido dirigente de la Revolución, deberá trabajar todas las horas, todos los minutos de su vida, en estos años de lucha tan dura como nos esperan, con un interés siempre renovado y siempre creciente y siempre fresco. Ésa es una cualidad fundamental. Eso significa sentir la Revolución. Eso significa que el hombre es un revolucionario por dentro, que siente como revolucionario. Y entonces el concepto de sacrificio adquiere nuevas modalidades.

 

No se trata de cuántos kilogramos de carne se come o de cuántas veces por año pueda ir alguien a pasearse por la playa, ni de cuántas bellezas que vienen del exterior puedan comprarse con los salarios actuales. Se trata, precisamente, de que el individuo se sienta más pleno, con mucha más riqueza interior y con mucha más responsabilidad.

 

Todos y cada uno de nosotros paga puntualmente su cuota de sacrificio consciente de recibir el premio en la satisfacción del deber cumplido, conscientes de avanzar con todos hacia el Hombre Nuevo que se vislumbra en el horizonte.

 

 

 

 
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